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FICCIONES Y FRICCIONES

En los últimos años, César Chávez se ha posicionado como uno de los referentes del arte que se produce en la ciudad de Oaxaca. En parte, esto se debe a las piezas de grabado en madera que se han expuesto en solemnes espacios como el Museo de los Pintores Oaxaqueños, pero si sus imágenes se han vuelto reconocibles, eso es porque suelen aparecerse en las calles. Porque la esencia de este artista es una expresión a ras del asfalto. El muro urbano es la superficie. La banqueta es la galería y Chávez es también un habitante de exteriores.
Es decir, vas caminando por la calle Hidalgo, de pronto descubres que un extraño sujeto plasmado en la pared te mira socarronamente, y entonces piensas: “ese es un Cesar Chavez”.
Ahora esos personajes brincan desde las técnicas convencionales hacia la estampa digital. De la rudeza de las gubias a la sutileza del trackpad, el archivo digital es una matriz electrónica, el equivalente de la placa. El proceso culmina en una impresora láser disparando sobre papel de algodón.
Algo sorprendente es que la técnica del artista se traslada de un formato a otro, sin aparente ruptura. Las imágenes digitales conservan esa tosca naturalidad de los formatos “antiguos”.
Esta transición es sólo otro paso. Es parte del camino para aproximarse a la figura animada. De hecho, los personajes de Ficciones y fricciones, con esos expresivos rostros de alevosía, ira, miedo, sangre fría, lascivia, satisfacción, ocultamiento, ya nos cuentan historias deliberadamente. Despiertan enigmas que uno tiene que resolver por cuenta propia.
¿O cómo llegaron esos tipos a verse rodeados de tiburones merodeando y cráneos flotantes? ¿De quién se escapa aquel sujeto con máscara de zorro? ¿Qué traman estos individuos? ¿Qué sórdidas culpas los atormentan?
Si en el pasado Chávez acudió a los contenidos de la nota roja para fijar un discurso, en esta muestra rifan los juegos de poder, una violencia oculta detrás de objetos simbólicos. En cada pieza se percibe la constante y silenciosa presencia del peligro.

                                                                                                                 Fernando Lobo





 Superstición y muertes curiosas
 Por Tryno Maldonado


La muerte tiene métodos y tiempos curiosos, parecieran advertirnos los grabados de César Chávez en Presagios. Está visto una y mil veces a lo largo de la historia. Ahí está Plinio el Viejo, que emprendió una excursión al monte Vesubio en plena actividad volcánica, entre temblores, humaredas y una lluvia de fuego sobre su cabeza. Pero no fue la erupción ni el torrente de lava que arrasó Pompeya los que le quitaron la vida al antiguo sabio. El Viejo murió, tal como lo relata su sobrino Plinio el Joven en sus cartas a Tácito, de una crisis cardiaca provocada por el espanto de la erupción. Algo parecido --estar en el lugar y en el momento menos indicados-- le sucedió a Magallanes. El navegante portugués estaba muy cerca de convertirse en el primer ser humano en haber circunnavegado el globo terráqueo. Habiendo sobrevivido a los amotinamientos de su tripulación, a la hambruna, al temible escorbuto y a la furia de los mares más embravecidos, luego de bautizar las aguas del Pacífico y conocer horizontes que hasta entonces ningún ser humano podía soñar siquiera, Magallanes fue a perder la vida en las Filipinas al entrometerse estúpidamente en una pelea entre tribus donde nadie lo mandó llamar.
Del mismo modo, las escenas que elabora César Chávez están plagadas de este tipo de desgracias. Catástrofes impensadas, catástrofes domésticas, catástrofes siempre individuales --y quizá por ello mucho más inquietantes-- a punto de ocurrir. Escenas llenas de presagios de estas mismas catástrofes que se regodean en su propia inevitabilidad. Algunas de estas escenas son, como las de Plinio o Magallanes, muertes absurdas pero espeluznantes. Un hombre a punto de naufragar en una balsa. Otro, más desdichado, un momento antes de ser devorado por un tiburón. Armas de fuego a punto de ser disparadas o justo después de haber sido disparadas. Armas blancas que vaticinan la muerte. Perros lascivos saboreándose un banquete mórbido. Un muestrario de episodios perturbadores y a veces insólitos que revelan mucho de los solitarios personajes
alienados de César Chávez. Incendios, inundaciones domésticas, signos de hecatombes vengativas a manos de un universo oscuro y malvado que conspira contra la vulnerabilidad de los seres humanos y su incapacidad para dotar de sentido a estas fuerzas terrenales. Muertes, en fin, trágicas y que ponen en evidencia ya sea el presagio de un baño de sangre o el segundo inmediato después de que éste haya sucedido, pero nunca exentas de un humor oscuro y vitriólico.
La otra gran vertiente de Presagios es la de la superstición, las leyendas urbanas vueltas prácticamente un decálogo de axiomas arraigados en la creencia popular a través del tiempo. Una mariposa negra que cruza los cuatro puntos de una habitación como vaticinio de una muerte inminente. La tragedia caída como un alud por haber orinado en la tierra de una planta con un pájaro posado en la punta. El gato negro recurrente como símbolo de mal agüero. La escalera debajo de la que no hay que cruzar. Son algunos de los mecanismos de la superchería popular para tratar de hallar coherencia y sentido a las catástrofes cotidianas dentro de un universo maligno que simplemente no lo tiene.
Si bien los elementos de las anécdotas en los grabados de Presagios se nutren en buena parte del imaginario del periodismo de nota roja (que ha fascinado en México a grabadores desde el siglo XIX hasta la cultura pop de nuestros días), no hay que dejar de ver que existe una fuerte personalidad y una gran coherencia narrativa en la obra de César Chávez mucho más avecindada con la novela gráfica por su afán argumentativo. Esta fuerza narrativa desborda la mera anécdota o la viñeta y, en cambio, constituye un mosaico, un continente cada vez más amplio y en constante progreso que se deja leer con la misma ambición de una gran novela salvaje, oscura y violenta. Una novela del horror cotidiano que campea por la oscuridad de este mundo.
Ejemplos de lo cáustico, ridículo, absurdo e inopinado que puede llegar a ser la muerte, como las de Plinio o Magallanes, parece decirnos César Chávez, es lo que sobra. Y él se ha aventurado a mirar en ese abismo.



Extravíos, invisibilidad social
…una sociedad posee intrínsecamente su estructura económica, política, social. Los artistas no hacen más que materializar los valores del medio en que viven.
Pierre Francastel. La realidad figurativa.

La obra de César Chávez (Puebla, 1979) posee una característica muy especial, tiene su propio estilo. Su obra, sea dibujo, grabado, serigrafía,stickers (pegatinas) o pintas, tiene un sello característico, brindándole una solidez a su cuerpo de obra. Cuando observas una obra de César sabes que es de su autoría. Esto es algo que puede pesar en los artistas jóvenes, de encasillarse en un estilo, pero Chávez ha sabido aprovechar cada gesto que sale de su interior para definirse cada vez más en un estilo “Chavez”.

Dentro de su particular estilo, siempre están presentes la ironía y la denuncia social como hilos conductores. En la serie Extravíos, César recurre al tema de los niños perdidos, tomando algunos de sus modelos de las imágenes que encontraba en portales y sitios de internet, la mayoría de ellos de la ciudad de Puebla.

Con esta pieza, que más que una serie de grabados, se trata de una instalación, César pone en evidencia la ausencia de los niños, los vuelve presentes en la ausencia de la sociedad. Su obra se torna denuncia social, mostrando así una terrible realidad social que aqueja no solo a la sociedad poblana, sino de toda la República Mexicana.

Siguiendo esta misma línea tenemos que recordar al Grupo SUMA, activo entre 1976 y 1982, y las pintas que hacían en las calles de Reforma e Izazaga en la ciudad de México, llenando los muros con grafitis de la Niña perdida. La idea principal de las intervenciones a muro del Grupo SUMA, se encontraba en otorgarle una presencia a los ausentes, no solo a la niña perdida, también a los borrachos y los burócratas. La niña perdida, surgió de un recorte de periódico de una niña extraviada, que después de llevarla al alto contraste con una copiadora Xerox, perdiendo sus características esenciales, pero otorgándole la fuerza de todas las niñas secuestradas, se convirtió en uno de los personajes emblemáticos de esta agrupación. El Grupo SUMA participó en varias marchas, una de ellas en la Plaza de la Santa Veracruz, en pleno corazón de la ciudad de México en donde realizaron la carpeta Historia, contenido 20 imágenes, donde retrataban a los hijos perdidos del 68, grupo encabezado por Rosario Ibarra.
En el 2009, Ilán Liberman (Ciudad de México, 1969), realizó la exposiciónNiños perdidos, igualmente tomando este tema como una forma de manifestar su pensar frente a la desaparición de menores en la ciudad de México. Expuesto en el Museo de la Ciudad de México, Liberman, utiliza las imágenes que aparecían en la prensa y las reproduce de manera fidedigna, para recordarnos nuevamente este mal que acoge a la sociedad. 

Actualmente en las redes sociales está circulando el documental Kony 2012¸del cineasta norteamericano Jason Rusell. Este documental se encuentra basado en la vida de Joseph  Kony, jefe del “Ejército de Resistencia del Señor”, un grupo armado que actúa en Uganda y se caracteriza por secuestrar niños y jóvenes para ofrecerles dos alternativas: la muerte o el reclutamiento. El documental ha surgido como una forma de activismo comercial que ha sido denominado holgazanactivismo [slacktivism] y ha recibido varias críticas por la forma de comercializar con esta tragedia, en donde con solo un clic desde la comodidad de nuestra computadora podemos ayudar a difundir el mensaje de Rusell y su campaña Invisible Children …. O adquirir por unos cuantos dólares un paquete que nos hace defensores de (una) causa.

Ya sea como un servicio a la comunidad o una crítica a las instituciones, como instalación, obra gráfica, dibujos, murales, videos, César Chávez se une a este grupo de artistas que hacen una declaración para que no olvidemos a esos niños que son invisibles para muchos de los sectores de la sociedad, evidenciando nuestra amnesia por las generaciones del futuro.

Guillermo Fricke
Marzo 2012




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